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l 2 de junio de 1953 Elizabeth II de Inglaterra y I de Escocia, fue coronada soberana de la Gran Bretaña en la catedral de Westminster, Londres. Entre los símbolos de la soberanía de la que estaba siendo imbuida, se contaban el orbe, el cetro real, la vara de la clemencia y el anillo real de zafiros y rubíes. El Arzobispo de Cunterberry mantuvo la corona en el aire y lentamente la colocó sobre la reina. Bajo el trono real era visible una rústica piedra calcárea, de una superficie superior similar a la del asiento del trono. ¿Cuál es la historia de esa misteriosa piedra y cuál su significado místico para que los soberanos del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte sean coronados sobre ella?
La Piedra de Scone (The Scone Stone en inglés) se la conoce también por otros nombres: Piedra del Destino, Piedra de la Coronación, Almohada de Jacob, Pilar de Jacob o Piedra que Habla (Lia Fail en idioma celta).
Sobre ella fueron coronados los reyes dalriados, los escoceses, los ingleses y finalmente los británicos.
Tiene una sola inscripción: una cruz latina. En el libro Monuments Celtiques, Cambray asegura haber visto esta inscripción sobre la piedra: Ni fallat fatum, Scoti quocumque locatum Invenient lapidiem, regnasse tenetur ibidem: “Si el destino es verdadero, luego los escoceses serán conocidos por haber sido reyes donde sus hombres encuentren esta piedra”. Lo cierto es que hoy en día la única inscripción visible que tiene es la mencionada cruz latina.
Es de piedra caliza color amarillo pálido (algunos autores dicen que en realidad es caliza roja), pesa unos 152 kilogramos y mide de 66 centímetros de largo, por 28 de ancho y 41,60 de alto.
El nombre de Piedra de Scone proviene del lugar de donde se encontraba cuando fue tomada por el rey Eduardo I de Inglaterra en 1292, después de subyugar a los escoceses que peleaban bajo la guía de su héroe nacional, William Wallace. A pocos kilómetros al norte de la ciudad de Perth, en el Condado del mismo nombre, en las tierras bajas de Escocia, sobre la costa oriental, en las cercanías del río Tay, se encuentra el Palacio de Scone donde esta piedra era utilizada para las ceremonias de coronación de los reyes y reinas escoceses. En 1292, John Balliol fue el último rey de Escocia coronado en Scone.
De allí fue tomada por el “martillo de los escoceses”, tal como era conocido Eduardo I, como botín de guerra y llevada a Londres para ser usada en la coronación de los próximos soberanos ingleses.
El mismo Eduardo I mandó a construir, en 1301, un trono especialmente diseñado para contener en su parte inferior a la Piedra del Destino. Creía que quien estuviera en posesión de la piedra sería el legítimo soberano de Escocia. Ese mismo trono fue el usado por Elizabeth II para su coronación en 1953.
En 1328 los escoceses ganaron su derecho a tener nuevamente la piedra con el Tratado de Northampton . La devolución tomó “nada más” que 700 años, pero finalmente y ante las presiones de los grupos independistas escoceses, el día de San Andrés, 30 de noviembre, de 1996 la piedra fue sacada del trono real, devuelta a los escoceses y colocada en el Castillo de Edimburgo. Una verdadera multitud vitoreó su llegada desde la famosa Royal Mile y entre grandes festividades la Batería de la Media Luna del castillo saludó su regreso con una salva que fue contestada por el destructor HMS Newcastle fondeado en la bahía de Leith, en el Firth of Forth.
Los orígenes
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as evidencias concretas sobre el origen de la piedra no abundan. Predominan la leyenda y el mito, sobre la verdadera historia. Esto es razonable, máxime considerando que podría remontarse a los tiempos bíblicos. Más precisamente a la época de Jacob. Este patriarca, también llamado Israel, hijo de Isaac y nieto de Abraham patriarca común a las tres grandes religiones monoteístas del mundo: el Judaísmo, el Cristianismo y el Islam. Jacob vivió aproximadamente hacia el año 1700 antes de Cristo en Palestina. Según La Biblia, tuvo un sueño profético durante el cual Yahvé le entrega la tierra donde se encuentra y promete una descendencia numerosa “como el polvo de la tierra”. Jacob había tomado una piedra del lugar y la había usado como almohada durante este sueño. Cuando despertó, y bajo el influjo de la revelación de que había sido objeto por el propio Yahvé, la bendijo, la ungió con aceite y la colocó en un pedestal. La piedra fue conservada por el pueblo judío como un objeto de culto y veneración.
Hasta aquí el relato bíblico. Lo siguiente es tradición o leyenda que no ha sido comprobada. No obstante, la fuerza de las leyendas suele ser muy grande y a veces sobrevive a las contingencias del tiempo sin ser corroboradas con rigidez académica. No por eso son más débiles que la historia misma, ni dejan de ser creídas por multitudes de personas o de naciones enteras.
La piedra fue supuestamente llevada de aquí para allá durante unos 3000 años, hasta que fue sacada por Eduardo I del Palacio de Scone, por lo que reconstruir todo este itinerario es a todas luces una tarea prácticamente imposible.
De acuerdo con esta tradición, la piedra estuvo como pedestal del un arco en el Templo de Jerusalén hasta la invasión de Nabucodonosor, rey de Babilonia, en el 602 AC. Se dice que el profeta Jeremías junto con dos hijas del rey David escapó con la piedra a Egipto. De allí fue llevada a España y luego a Albión (las Islas Británicas).
Otra leyenda, más aceptada por los irlandeses, dice que la piedra fue llevada a Egipto por el mismo Jacob donde permaneció hasta los tiempos de Moisés (1450 AC). Para esa época fue confiada por Moisés y Aarón a Gathelus, un rey griego hijo de Cecrops, el constructor de Atenas, quien se había casado con Scotta, la hija del faraón.
Moisés habría dicho que “la victoria seguiría a la piedra, a donde ella fuera”. Moisés pidió a Gathelus que se la llevara de Egipto, en anticipación a las plagas que estaban por caer sobre Egipto y supuestamente por el riesgo que implicaba el próximo Éxodo al que llevaría al Pueblo de Dios.
La piedra habría salido por barco, de un puerto en la desembocadura del Nilo, al cuidado de Gathelus, haciendo escalas en Creta en el Mediterráneo y en Samotracia en el Egeo. De allí habría seguido su camino en barco hacia el norte, desembocando finalmente en el Báltico. De acuerdo con alguna evidencia geológica, para esa época pudo haber sido posible la navegación desde el Mar Negro hasta el Báltico, camino que habría seguido el barco con la piedra y de allí hasta las islas británicas. Ese camino es posible hoy solamente en embarcaciones de pequeño calad y con la ayuda de canales y esclusas.
Sea como fuere, el caso es que arribada a Irlanda, fue colocada sobre el monte sagrado de Tara y llamada Liath Fail.
Varios hechos dan credibilidad a esta historia del viaje por mandato hebreo. Uno de ellos es la historia irlandesa de Tuatha de Danann. Cuando se traduce esta expresión céltica, aparentemente quiere decir “gente de Dan”. Dan era una de las doce tribus de Israel.
En Irlanda la piedra era considerada como el Palladium (salvaguarda) de la raza y fue reverenciada por generaciones por los celtas irlandeses.
Esta raza tan particular que vivió en la Isla de Irlanda desde aproximadamente 500 años antes de Cristo, en plena edad de bronce, provenía del centro de Europa y hablaban una lengua indo-europea. Habían sido los descubridores del hierro y temibles guerreros.
En su desplazamiento hacia el Oeste invadieron la actual Francia y varias tribus formaron a los galos. El nombre griego de esta raza era Keltoi, que significa bárbaro. Celta es una permutación de la pronunciación de la K griega en la C de celta. No hay evidencia de que se llamaran a sí mismos de esa manera.
Siguió la invasión hacia España y finalmente a Inglaterra e Irlanda. No poseían un lenguaje escrito, por lo que hay pocas referencias históricas de ellos, y en general, las que tenemos fueron hechas por sus enemigos o rescatadas por la arqueología. Roma misma fue sitiada y saqueada por los celtas que vivían en el valle del Pó en el 390 AC y por ellos conocemos algo de su historia. Claro que los romanos los consideraban solamente una de las tantas tribus bárbaras que amenazaban a su naciente imperio.
Volviendo a la piedra, ya para el año 400 DC era utilizada en las ceremonias de coronación del reino de Dal Riata o Dalriada. Este era uno de los cinco reinos en que estaba dividida la Irlanda céltica y estaba ubicado aproximadamente donde ahora se encuentra ahora en Irlanda del Norte, el condado de Antrim.
Los monarcas debían sentarse sobre la piedra para ser coronados y según la tradición, cuando el rey elegido era el correcto, la piedra “cantaba”. También se decía que tenía poderes rejuvenecedores para el rey que se sentaba sobre ella, permitiéndole reinar por más tiempo.
El mismo San Patricio, patrono y evangelizador de Irlanda y los celtas hacia el año 400, la bendijo para su uso en las coronaciones y se dice que proclamó que “donde estuviera la piedra, la raza de Erc reinará”. De allí tomó el nombre de la Piedra del Destino. Erc fue el primer rey de Dal Riata.
En el año 805 de nuestra era el 36º rey dalriada, Kenneth I, trasladó la capital de su imperio en expansión desde Irlanda a la actual Escocia. Esa tierra era dominada por los pictos, caracterizados por los tatuajes que cubrían sus cuerpos (y que dan nombre a la raza) y por la poco común práctica de la poliandria. También había sido invadida por los bretones y los sajones entre otras tribus. Kenneth I logró someterlos a todos después de años de batallas y finalmente los celtas irlandeses establecieron su capital en Scone.
Fueron los romanos quienes dieron el nombre de Scotii a los celtas habitantes de esas regiones, nombre del cual derivó la denominación Scotia, luego Scotland, tierra de los scotii, Escocia para el idioma castellano. Las invasiones nórdicas en 800 DC separaron a estos habitantes de los irlandeses y llamaron al nuevo país Dalriada Escocesa. Con la anexión de las Tierras Altas se convirtió en Alba y luego en Escocia.
Sí se sabe fehacientemente que fue reubicada varias veces después de este viaje a Scone, y que visitó la remota Isla de Iona, entre Irlanda y Escocia, luego fue a Dunnad, a Dunstaffnage y finalmente regresó a Scone, para la coronación de los monarcas dalriadas y de allí tomó su nombre moderno de Piedra de Scone.
La tradición de coronar a los reyes de Escocia fue cumplida a rajatabla, con las excepciones de los reyes y reinas infantes que no eran coronados sobre la piedra.
Aún bajo la posesión inglesa, la tradición siguió su curso, ya que los reyes y reinas ingleses tuvieron la misma línea de sangre que los escoceses.
Es imposible hacer justicia a la historia de esta piedra con un artículo breve como éste, ya que la información disponible sobre ella es abrumadora. Hasta se menciona que la espada Excalibur fue sacada de ella por el Rey Arturo.
Sobran las evidencias para asegurar que este objeto tiene una gran importancia, no sólo para los escoceses, sino también para los irlandeses, los ingleses y los israelitas. Se dice que algún día la piedra volverá a Israel delante de una gran masa de gente y que, cuando esto ocurra, será reconstruido el Templo de Jerusalén.
¿Es la verdadera?
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hora bien, ¿es realmente esta piedra recientemente devuelta al Palacio de Edimburgo la verdadera?
Durante su larga travesía de 3000 años, pudo haber sido cambiada por réplicas miles de veces.
Una leyenda asegura que la piedra jamás dejó Irlanda. Otra que la piedra verdadera era de mármol blanco, con finas figuras grabadas en relieve, que para nada se asemejaba a la rústica piedra caliza con una cruz latina que conocemos hoy.
Se dice también que la piedra tomada por Eduardo I era una réplica que los mismos escoceses se encargaron de colocar bajo el trono haciendo creer a los ingleses que se llevaban la verdadera. Durante años se exhibió una réplica en el Palacio de Scone y muchos aseguraban que ésa era la verdadera, a la vista de todo el mundo. Otros aseguran que la verdadera piedra fue escondida para siempre por los escoceses antes de que Eduardo I pudiera tomarla.
Los nacionalistas escoceses gustan relatar que la piedra que estaba bajo el trono de Isabel II no era sino ¡una piedra cualquiera que sostenía la tapa de una letrina del patio del Palacio de Scone! Y de esa manera lograron que los soberanos de la Gran Bretaña se sentaran ceremoniosamente para su coronación ¡sobre un accesorio sanitario del medioevo!.
Para hacer las cosas más confusas, se deben haber hecho cientos de copias de la verdadera piedra a través de los siglos.
Otra historia cuenta que unos monjes escondieron la verdadera piedra cuando se vieron amenazados por Eduardo I, en una cueva. Debido a grandes lluvias y un deslizamiento de tierra, la entrada de la cueva fue descubierta accidentalmente en el siglo XVIII por unos pastores, que se demoraron en denunciar el descubrimiento. Cuando regresaron a buscar el sitio, otros deslizamientos la habían tapado y no fue posible encontrarla.
La composición geológica de la piedra corresponde a la piedra caliza comúnmente hallada en las inmediaciones de Scone, por lo que todas estas historias sobre reemplazos por réplicas, pueden tener algo de realidad.
El día de Navidad de 1950, cuatro estudiantes escoceses, inspirados en sentimientos nacionalistas, robaron la piedra de abajo del trono de coronación en la Abadía de Westminster, la cargaron en un auto y huyeron. Los ingleses estaban horrorizados y los periódicos hablaban de “sacrilegio”.La policía buscó por semanas sin éxito y hasta se llamó a un clarividente holandés para tratar de encontrarla. La salud de Eduardo VI se deterioraba rápidamente y el temor de no tener la piedra para la coronación de Isabel le hacía pensar que la dinastía acabaría con su hija si no era coronada sobre la piedra sagrada.
Después de arduas negociaciones, cuatro meses más tarde, la piedra fue recobrada en la Abadía de Arbroath, donde había sido colocada por los “secuestradores”.
Los rumores indicaban que los estudiantes habían tenido tiempo más que suficiente para hacer una réplica para devolver a Westminster, mientras la original se dirigía a un lugar secreto de Escocia.
Es más, cuando fue robada, la piedra estaba partida en dos, a consecuencia de una bomba puesta antes de la Primera Guerra Mundial por “suffragettes” británicas en la Abadía de Westminster. Los ladrones habrían vuelto a colocar las dos partes juntas, no sin antes colocar dentro de dos tubos de bronce con el siguiente mensaje:
“Marzo de 1951. Piedra de Stone. Esta Piedra pertenece a Escocia. Fue robada por Eduardo I en 1296. La Iglesia de Inglaterra debería sentirse avergonzada y admitir que permitió que esta propiedad robada permaneciera en Westminster desde entonces. Debe ser devuelta a Escocia para la reapertura del Parlamento Escocés que nunca fue cerrado sino que las sesiones fueron levantadas en 1707”
Sea como fuere, falsa o verdadera, almohada de Jacob y simplemente un artefacto sanitario del siglo X, lo cierto es que esta piedra es reverenciada por varias naciones y constituye un símbolo de poder de reyes y reinas que ha perdurado por lo menos mil doscientos años y que veremos seguramente en las próximas coronaciones debajo del trono real de Gran Bretaña.
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